¿Amas el dinero?  Es muy fácil responder “NO” a eso porque suena como algo malo y podrías decir: “yo no hago cosas malas”. Otros están pensando, ¿Cómo puedo amarlo si ni tengo? Todos hemos visto en la televisión esos programas de personas codiciosas que hacen lo que sea por ganar dinero. Cuando escuchas lo que son capaces de hacer por mantener el “status”, lo que más se oye es: “el amor al dinero los llevó a esto”. Esos programas también nos muestran las verdaderas consecuencias del amor al dinero. Creo que todos aplaudimos cuando este tipo de gente termina en la cárcel, porque nos duele ver cómo destruyen familias y hasta países enteros por su avaricia.

Hay una escritura que resume muy bien todo esto: “Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal; y algunas personas, en su intenso deseo por el dinero, se han desviado de la fe verdadera y se han causado muchas heridas dolorosas” (1Timoteo 6:10, NTV). Interesante que diga que las personas que aman el dinero se causan a ellos mismos mucho dolor. Después de leer esto, tal vez estés pensando: “Yo no amo el dinero”. ¿No es cierto que todos, internamente, añoramos estar mejor económicamente? ¡Claro!, y no hay nada de malo en eso. Es bueno desear estar mejor, que nuestros hijos tengan lo que no tuvimos, pero si ese anhelo está acompañado de ciertos motivos o sentimientos en nuestro corazón, puede dar rienda suelta a que ese deseo de mejorar tu situación cruce una línea muy delgada y transparente, difícil de ver, y se convierta en amor al dinero. Quiero darte varias maneras para identificar si eso que sientes es amor al dinero.

La gente que ama el dinero empieza a desear lo que tienen los demás, sea poco o mucho.  Esta gente cree que es su “deber y responsabilidad” arrancarle a los demás esos ahorros o riquezas y depositarlos en las arcas de ellos.  Ya no ven seres humanos sino unidades de producción. Una persona que ama el dinero miente, falsifica, engaña (al vender un carro, una casa), y hace cualquier cosa con tal de obtener más dinero.

La gente que ama el dinero nunca tiene suficiente, siempre quiere más.  Por eso trabaja y hace trabajar a los demás siete días a la semana. Para ellos la familia es un estorbo, es algo que les roba el “tiempo productivo” y que solo sirve “para gastar lo que les cuesta ganar”. La vida de estas personas parece maravillosa desde afuera, pero por dentro, hay hijos abandonados, esposas ignoradas y empleados explotados. Nada a su alrededor tiene vida, nada florece.  Todo lo que le rodea es temor y soledad.

Tenemos que mencionar los problemones que se arman en casa de quien ama el dinero, pues odia hablar del tema.  Para esta persona no hay nada más amargo que tener que pagar por los libros para que los hijos estudien, o aumentar el presupuesto porque ahora la leche subió de precio.  Si le gritas a tu esposa cuando enciende el horno o a tus hijos cuando encienden la televisión, bajo el pretexto de que gasta luz; amigo, tienes que reconocerlo: tú amas el dinero.

Aquellos que aman el dinero no son personas generosas.  Ni con los suyos, mucho menos con quienes no conocen.  ¿Es tu lema: “¡que vayan a trabajar, yo no mantengo vagos!”? O le dices a tu hija el día que cumple la mayoría de edad: “Yo ya cumplí, de aquí en adelante, mira cómo te sostienes sola, y si vas a vivir en esta casa, tienes que pagar renta”.  Es cierto que hay límites, pero deben ser saludables.  Estoy de acuerdo en que no mantengas “vagos”, pero si ellos quieren salir adelante y estudiar y te lo demuestran con su esfuerzo, ¿a poco no hay que ayudar?  Tú podrías decirme (mientras sostienes la cerveza y un cigarrillo en la mano): “Andrés, pero a duras penas me alcanza para vivir”. Mira, si no puedes ser generoso en lo poco, no lo serás en lo mucho. La generosidad no tiene nada que ver con el dinero.

¿Sabes qué es lo peor? A las personas no les gusta hacer negocios con gente que les ve cara de “billete”. Cuando se dan cuenta que eso es todo lo que te interesa en lugar de prestar un buen servicio y vender productos de calidad, ¿qué crees? Se van con su dinerito para otro lado y tú, por más que te esfuerces, no puedes ganar más.

Si notas que la persona con quien quieres hacer negocios ama el dinero, ten cuidado. La sola asociación con esa persona puede darte mala reputación, acuérdate del dicho: “el que anda por la miel, algo se le pega”. Ni se te ocurra hacer negocios con alguien así. Podrías terminar peor financieramente y arruinar relaciones que valen mucho más que el dinero.  Recuerda que este tipo de personas no tienen escrúpulos para quitarte lo que tienes y tampoco tienen un corazón generoso para compartir las ganancias.  ¡Ojo! Después, no vayas a andar diciendo que no te lo advertí. (Eso es lo que me habría dicho mi abuelita).

Analízate, pregúntate si te pareces a la gente que describí antes.  Quizá no del todo, pero andas cerca. Cuidado.  Pregúntale a tu esposa, compañeros de trabajo, si ellos ven algo de eso en ti. Diles que te hablen sinceramente y ellos te dirán lo que ven.

Estás a tiempo de adoptar una personalidad diferente.  Una personalidad de generosidad y buena administración.  Hagamos un ejercicio: Pon tu mano abierta, con la palma hacia arriba.  Pon sobre tu mano un billete de cualquier denominación.  ¿Ves? Si tienes la mano abierta el dinero puede salir, pero ¿sabes qué? También así se pone la mano cuando se va a recibir.

Tu mano es un lugar de paso.  El dinero sale y bendice; el dinero entra y bendice.  Pero si se queda atrapado en un puño cerrado, no solo ni sale ni entra, sino que te da artritis y reumatismo. Y luego andan diciendo que eres más agarrado que una viejita bajando las escaleras.

Piénsalo: es mejor dar que recibir.